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Repartiendo: Historias de venganza que se sirven frías

El hombre contra la naturaleza

El instinto primario se puso en marcha. Desde su campo de visión periférico, un par de alas se extendieron hasta que las garras le arrebataron el cono de helado. Se había cortado el dedo… Buscó un arma debajo del fregadero y la cargó.

El agresor se pavoneó con orgullo por la barandilla. Él apretó el gatillo. Un chorro continuo de corrección salió disparado, haciendo que el pájaro perdiera el equilibrio. La próxima vez que se acerque, no será para una descarga de agua, sino para un plato principal en una sartén abrasadora, con especias y sal al gusto.

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